Es uno de los dos pilares del gabinete, y junto con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, miembro de la Presidencia tripartita. A sus tareas de secretario de Hacienda, Peña Nieto le encargó la negociación central del Pacto por México, donde Nuño ayudó con parte del tejido fino en las alianzas, que lo distrajo de sus tareas principales, que son las finanzas públicas. Pronto en el sexenio comenzaron sus problemas, con la inexperiencia que provocó una prolongada curva de aprendizaje en el manejo del presupuesto y una temporada de heladas terribles en Estados Unidos que frenó la economía allá, y la secó en México.
Videgaray contuvo la aplicación del presupuesto y deshidrató la economía para forzar a todos los actores a apoyar las reformas. Abrir el presupuesto a finales de año contribuyó marginalmente a reducir la molestia en su contra, pero el lento dinamismo de la economía mundial no le ayudó a revertir la caída. Era prioritario sacar la reforma energética, por lo que más metido en la política que en la economía, ajustó la reforma fiscal y canjeó el incremento del IVA, por impuestos a los ricos y las clases medias para apaciguar al PRD y mantenerlo sentado en la mesa del Pacto.
Esto, fue el tiro de gracia a la economía. Irónicamente, la pauperización de las mayorías con la pérdida de ingreso de las minorías, unió a las dos clases en su lucha contra el mismo enemigo, el secretario de Hacienda, quien como si no fuera refractario a presiones, habilitó a su brazo armado, el Servicio de Administración Tributaria, para perseguir a quienes pagan impuestos, para que pagaran más.
Las condiciones económicas en el mundo no cambiaron, por lo que sus expectativas de crecimiento siempre fueron a la baja. Videgaray se convirtió en el villano favorito de magnates, ricos, pobres y clase medieros. Cada semana la Secretaría de Hacienda afirmaba que las cosas mejorarían, y cada semana chocaba con la realidad. En los últimos días, el descolón al secretario fue espantoso. La debilidad de los mercados en Europa y la desaceleración en China derrumbaron los precios del petróleo a niveles que no se veían en cuatro años, tirando la mezcla mexicana a 77 dólares por barril de crudo, seis dólares abajo del precio de referencia en el presupuesto de 2014, y cuatro por debajo del que, ajustado, se presupuestó para 2015.
La caída ensombreció el resplandor que anticipaba el gobierno habría en el cielo mexicano por la reforma energética. El secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, admitió que esta caída en los precios del petróleo, a cuatro meses de que se publiquen las bases de licitación para participar en la Ronda Uno, que son las zonas donde el sector privado podrá participar en la producción y exploración de crudo, desestimula a los inversionistas. A esos factores se les sumaron los datos mediocres de la economía estadounidense y el poco dinamismo de la japonesa, para tumbar la cotización del peso frente al dólar, que rozó los 14 pesos por dólar y exacerbó los nervios de todos.
Videgaray ha tenido que renegociar con el Congreso el presupuesto de Ingresos para ajustar esta caída en los precios de petróleo que están arrastrando a la economía, y ponen en riesgo la tímida tasa de crecimiento de 3.7% para el próximo año. Y por si no fueran pocos los factores exógenos que golpean a Videgaray, está el desorden institucional y la ingobernabilidad en Guerrero, que el Presidente le encargó como su responsabilidad primaria, como a otros los responsabilizó –a Osorio Chong, Michoacán-, en otras entidades. Guerrero está incendiado y él carece de la manguera para sofocar el fuego.
Videgaray está sangrando en lo político y en lo económico, y su figura totémica dentro del gobierno peñista está cuarteada. El secretario de Hacienda no tiene muchos márgenes. Las variables internacionales no dependen de él, pero inciden sobre su política económica. Los precios del petróleo a la baja tampoco son su culpa, pero ponen en riesgo las metas del presupuesto. Ya no existe el Pacto por México y sus viejos aliados del PRD son un lastre para él y para el gobierno.
La figura del súper poderoso secretario de Hacienda está magullada. No son buenas noticias para uno de los dos aspirantes a la candidatura presidencial que Peña Nieto tiene en la cartera, pues de continuar con la suerte que tiene, rápido quedará resuelto que a él, definitivamente, no le alcanzará para ser el abanderado del PRI en 2018.
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