SHANGHAI, China.- Aquí todo es monumental. Los edificios, las avenidas, las multitudes. Y también el número de multimillonarios. En esta ciudad viven 370 mil super ricos, lo que significa que hay una persona con al menos un millón de dólares por casi cada 62 de los 23 millones de habitantes, mientras que la fortuna de 90 de ellos se cuenta a partir de 10 dígitos. Pudong, el distrito de Shanghai convertido en 1993 en una zona de desarrollo económico con estímulos fiscales agresivos para atraer inversiones y encabezar la transformación de China, es el código postal donde hoy tienen su casa los que más tienen. En ninguna ciudad del mundo se venden más Roll Royce que aquí y, quizás salvo Dubai, ninguna otra tiene más Lamborghinis circulando sobre sus calles.
El glamour y la opulencia se pasean sobre esta ciudad que en dos décadas ha tenido una regeneración urbana sin paralelo. Pudong, que significa “la rivera oriental del (río) Huangpu”, no tenía nada en 1994 salvo la torre de radio y televisión, con sus inconfundibles tres perlas rosas en la estructura, y seis años después ya tenía un edificio de más de 83 pisos, con un hotel cuyo lobby en el piso 54, obliga a los huéspedes a hablar a la planta baja para preguntar cómo está el clima, al dormir por encima de las nubes. Ese rascacielos en el centro financiero de Pudong, hoy se ve pequeño en comparación con dos que lo flanquean –uno, la Shanghai Tower, al inaugurarse en 2015 será la segunda más alta del mundo-, y que dominan a un mar de más de 50 edificios.
Pero la regeneración urbana se dio de manera más notable en la margen occidental del Huangpu. Hace una década estaba todo estático ahí, en el distrito que se llama Bund. El banco de desarrollo y la vieja aduana permanecían los emblemas del Shanghai colonial, que hace 150 años, tras las guerras del opio, encabezaban el principal centro financiero del mundo, controlado por los ingleses. Lo demás seguía igual que en el pasado. La vieja ciudad construida durante la dinastía Ming, de donde salen los estereotipos de la china sucia y turbia, y la “concesión francesa”, que es una zona que en el siglo XIX se le entregó a los franceses como un protectorado, y donde vivían generales y empresarios en un área donde, si no se tenía dinero, no se podía entrar.
Esa zona comenzó a cambiar con el triunfo de la Revolución Comunista de Mao Zedong, cuando tiró el hipódromo más grande de Asia y construyó el Parque del Pueblo. Pero nada más radical pasó hasta la última década, de lo que la vieja ciudades prácticamente lo único que sobrevive. La “concesión francesa” es hoy una de las zonas de moda en Shanghai, articulada por la avenida Huaihai, y sus centros comerciales con monumentales tiendas de las marcas más famosas del mundo con productos que, inclusive, no existen en sus inventarios en Europa o Estados Unidos. Nanjing, que nacía en el Bund, es la otra gran avenida comercial, aunque le cedió su lugar como la zona de compras para los consumidores de mayor ingreso.
Shanghai, que se ha convertido en la principal ciudad financiera de China –por arriba de Hong Kong-, es un gran mercado que también jala al consumo nacional. El 15% de las ventas globales de Louis Vuitton, por ejemplo, se encuentran en China, y para 2020 se estima que 100 millones de chinos entrarán al mercado de los autos de lujo, calculado sobre el crecimiento de 2000, cuando se vendieron 24 mil unidades de ese tipo, a 2012, cuando las ventas superaron el millón. El dinamo de Shanghai permitió que entre 1981 y 2005, un total de 600 millones de chinos, salieran de la pobreza, al contribuir con una derrama económica que ha ayudado a muchos. Por ejemplo, de 1985 a 2007, por cada 100 familias rurales, la compra de televisores de color subió de 0.8 a 94.4, y de refrigeradores, de 0.1 a 26.1.
Pero no todo es una historia de éxito. En 2010, 500 millones de chinos vivían con menos de dos dólares diarios, y de ellos, 150 millones estaban por debajo de la línea de la pobreza. La brecha entre el ingreso y la riqueza va creciendo, y tiene preocupados a los economistas del gobierno. En 2010, el 55% de la población, que vive en el campo, tenía el 11.3% del total de la riqueza, mientras que el 10% de la población controla el 45% de la riqueza. El número de millonarios creció 34% entre 2006 y 2007, convirtiéndose en el cuarto país con el mayor número de super ricos que, no coincidentemente son 15 años más jóvenes que sus pares en el resto del mundo. Es decir, han trabajado menos tiempo, pero en una economía más concentrada que ha favorecido a los pocos sobre las mayorías.
En esto, Shanghai también marca el derrotero. Según el Instituto de Investigación Huron, el 12.9% del ingreso en China, se concentra en esta ciudad, donde funciona a la perfección la economía de mercado, pero que aún no logra armonizar con una sociedad más justa que evite, entre otras cosas, los disturbios sociales que han afectado la estabilidad china en los últimos años, la verdadera amenaza sobre el nuevo imperio del siglo XXI.
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