1.
Con la entrada al ruedo del exvicepresidente de Estados Unidos y exsenador por Delaware, Joe Biden, la carrera presidencial en el vecino país augura una gran confrontación, de poder a poder entre los demócratas y los republicanos.
No es para menos. El presidente Trump ha superado hasta ahora a todos en su ascenso al poder, cuando se benefició del actuar ilegal de rusos y personeros para envilecer la campaña electoral contra Hillary Clinton; logró salir incólume de la investigación del fiscal especial Robert Mueller, quien insólitamente no logró documentar los elefantes en la sala, visibles en la conexión rusa, desde tratos con emisarios y espías; la condena por ello al coordinador de la campaña, Paul Manafort, las reuniones en la Torre Trump con miembros de su familia, el despido del director del FBI, James Comey, por no serle amigable, la ruptura con el abogado Michael Cohen por el pago de compensaciones económicas a ciertas relaciones extramaritales y una larga lista de etcéteras.
2.
Toda una constelación de afrentas e irregularidades que en tiempos diferentes a los de las redes sociales habrían ameritado seguramente el juicio de destitución o impeachment, pues si algo ha mostrado la presidencia imperial es que no respeta la Constitución ni las leyes en tanto se opongan al delirio del poder. La diferencia con los tiempos de Richard Nixon o de Bill Clinton, ambos en riesgo de destitución, es que entonces la prensa y los medios electrónicos eran verdaderamente el cuarto poder que orientaba la opinión pública y constituía la guía para el actuar en la política.
3.
Ahora, sin embargo, la inmediatez y generalidad de las redes sociales, dominables por quien dispone de más tiempo y ciertos recursos para desinformar y distorsionar la realidad, conceden a alguien como el presidente Trump —hábil en el manejo de la posverdad y los hechos alternativos, cuyo Twiter es certero y lapidario— desacreditar y derribar a quienes debe enfrentar. Combinado con la alianza construida con los consorcios empresariales dominantes en Wall Street y las industrias amenazadas por tecnologías limpias, Trump se placea como el defensor de los estadounidenses amenazados por las fronteras abiertas y el libre comercio. El proteccionismo nacionalista que alienta con
su lema ”hacer grande a América otra vez”, la persecución a migrantes y la extorsión a México le dan lo que tiene en su base electoral, entre 35 y 40% de los votos probables.
4.
Ante ello, los demócratas enfrentan varios retos. El primero, salir unidos de las elecciones primarias que han empezado ya. Según la encuesta de RearClearPolitics, de la veintena de aspirantes, al menos cinco tienen con qué disputar la candidatura; Joe Biden, de 76 años cuenta con el brillo de Obama, con 30% de posibilidades; le sigue Bernie Sanders, senador por Vermont y glorificado como la opción de los jóvenes; más lejos están la senadora por California, Kamala Harris, con 8.3%; con 6.5% la también senadora por Massachussets, Elizabeth Warren, y el popular Beto O’Rourke, quien estuvo cerca de vencer en Texas al republicano Ted Cruz, con 6.3%.
5.
De resolver la incógnita de las primarias, el segundo reto será construir una plataforma capaz de resistir el veneno y la corrosión que Trump insufla en las redes. Parece poco probable que el Congreso vaya al juicio de destitución por obstrucción de la justicia, que es lo que sí logra demostrar el Informe Mueller, por lo que la contienda presidencial habrá de darse en torno a si Trump merece seguir o no en la Presidencia. Es lo que Biden, Sanders, Harris, Warren, O’Rourke y otros demócratas tendrán ante sí: dejar a su país en el medioevo oscurantista actual o ir una vez más por una nación capaz de impulsar al mundo con humanismo, innovación, capacidades y ejemplo a seguir.