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La fecundación in vitro y el nacimiento de Louise Brown son dos acontecimientos que marcaron el avance de la ciencia y abrió una nueva posibilidad de concepción humana
Habían pasado cuatro años desde su nacimiento y Louise no lograba entender lo que sucedía. El primer día de clases no fue como el de cualquier niño de su edad. Cientos de fotógrafos de todo el mundo querían una imagen de ella en su escuela.
Las personas se colaban con cámaras a las instalaciones de la escuela para tomar fotografías. La prensa era de lo más extraña. Algunas veces llegaban desde el otro lado del mundo solamente para tomarme fotografías. Me acostumbré a ello”, recuerda.
Días antes de entrar a clases sus padres la sentaron en una pequeña silla y, en la televisión, pusieron la grabación de su nacimiento, ella no entendía.
“Ellos me dijeron que el principio de mi vida fue diferente al de otras personas. Estaba a punto de entrar a la escuela y querían contármelo, antes de que lo escuchara en el patio, en la voz de los otros niños”, cuenta a ejecentral mientras recorre algún punto de Europa.
No hay nada diferente en mí
Sus padres no imaginaron el cambio que se gestaría en la ciencia y la humanidad con el nacimiento de Louise. El 25 de julio de 1978, el hospital Oldham de Mánchester, una ciudad al noroeste de Inglaterra, fue testigo del primer llanto de Louise y también de un método que revolucionaría la reproducción asistida.
Louise Joy Brown nació aquel día. Sus padres, John y Lesley Brown, no calculan la manera en la que les cambiaría la vida aquel ser humano de sólo dos kilos y 600 gramos. Desde el primer minuto, la primera bebé nacida por fecundación in vitro o la “niña probeta —como se le nombró— fue asediada por las cámaras y los reporteros de todo el mundo.
“Ellos no buscaban ninguna fama, ellos sólo querían un bebé. Mi madre no supo, sino hasta que tenía más de tres meses de embarazo, que esta técnica nunca había sido exitosa y que yo iba a ser el primer bebé” que nacería con esta técnica, relató Louise a ejecentral.
Lesley Brown —una mujer tímida y reservada, igual que muchas mujeres en el mundo con problemas de fertilidad— y su esposo llevaban nueve años intentando ser padres, pero una obstrucción de las trompas de falopio se los impedía. En esa ocasión, habló con un doctor y “siguió el camino de la esperanza” hasta que lo consiguió.
John era un poco más extrovertido, pues siempre apoyó a su esposa en todas las formas, y estuvo en cada paso del proceso, incluso luego de que la familia se convirtió en foco de las cámaras, de estudios médicos, de conferencias, de entrevistas.
Con agradecimiento y orgullo, Louise recuerda: “Mi madre era una persona muy tímida e introvertida, para ella pasar por todo eso y darme a luz fue maravilloso”.
Experimento en secreto
Los señores Brown viajaron miles de kilómetros para realizar el proceso experimental, confiados en que funcionaría y con una absoluta confianza en los médicos.
El 10 de noviembre de 1977, los Brown recibían la mejor noticia de sus vidas. El procedimiento de laboratorio, realizado por el fisiólogo Robert Edwards, el ginecólogo Patrick Steptoe y la enfermera especialista en embriología Jean Marian Purdy, había permitido la concepción de la primera “niña probeta”.
“Por supuesto, el crédito de mi nacimiento va para Robert Geoffrey Edwards y Patrick Steptoe, los pioneros de la fecundación in vitro, y a mi padre y a mi madre, que nunca se rindieron para tener un bebé y estaban preparados para participar en algo que era desconocido”, dice Louise.
Desde su nacimiento, la pequeña viajó alrededor del mundo. Todos querían conocer la historia de la “bebé probeta”.
Tanto las pruebas como el embarazo se dieron en secreto, pero la prensa supo del acontecimiento y abarrotaron no sólo el hospital, sino la ciudad. Incluso, al momento del nacimiento, John Brown tuvo que ser escoltado por la policía entre los reporteros.
Era tal el acontecimiento que nadie se la quería perder. Los fotógrafos enviaron una falsa amenaza de bomba, para que el hospital fuera evacuado.
La pequeña fue sometida a decenas de pruebas para comprobar que no sufría alguna anomalía, incluso antes de que su madre pudiera tenerla en brazos por primera vez.
Una infancia ordinaria
Tras meses bajo los reflectores, la familia Brown decidió alejar a la pequeña Louise de los medios —o al menos lo intentaron— lo que le permitió tener una vida normal, mientras crecía. Y la “niña probeta” lo recuerda con gusto.
“Me sentaba y escuchaba a mis padres dar interminables entrevistas a la prensa y gradualmente obtuve todos los detalles. Cuando cumplí 10 años estuve en la televisión nacional con Patrick Steptoe, otros niños que conocía no recibían esa atención, ni cuando era su cumpleaños o era un evento importante en sus vidas. Aprendí a vivir con ello y para mí es normal, porque he tenido las mismas preguntas y atención durante toda mi vida”.
Aunque recuerda que era embarazoso el asedio de los medios durante su adolescencia, se acostumbró a ellos, pues nunca había pasado día sin que las cámaras o reporteros la quisieran conocer y obtener una imagen de ella, la noticia seguía impactando al mundo, incluso con el paso de los años.
Pasé por la escuela con el mismo grupo de amigos que, aunque sabían la historia, ellos nunca hicieron mucho alboroto. Tuve una infancia y una escuela muy ordinaria, en mi ciudad natal en Gran Bretaña”, afirma Brown.
En la edad escolar, la pequeña no entendía del todo lo que pasaba en su vida. A los diez años comenzó a tener mayor idea de lo que sus padres le habían contado y mostrado en video.
“Pero fue hasta los 14 años cuando entendí realmente lo que significaba. Mi nacimiento se puede encontrar fácilmente en internet y es un sentimiento muy extraño”.
Milagro para algunos, escándalo para otros
Su adolescencia fue un poco más complicada. Su madre recibía cientos de mensajes de odio, a través del correo y los conservó, hoy estas cartas son exhibidas en el Museo de Arte de Bristol.
“Ahora yo he donado esos mensajes a un museo, para que la gente vea las actitudes de los años setenta”, revela, aunque asegura que la mayoría de las personas que ha conocido en su vida han sido muy positivas.
A través de las redes sociales también ella ha recibido mensajes extraños, pero afirma que es algo que a cualquier persona que tiene una historia, le sucede.
Desde su nacimiento, la sociedad se negaba al hecho entre protestas y recelo, cuestionaban la ética y calidad científica del nacimiento.
Tanto, que hasta el Consejo de Investigación Médica de Inglaterra les negó a los médicos fondos para la investigación. Y, aunque la Iglesia se encontraba en medio, el papa Juan Pablo I rechazó la idea de condenar a los padres de Louise.
Hoy, a 41 años de su nacimiento, Louise Joy Brown considera que tiene una vida normal. Lleva 15 años casada con Wesley Mullinder, y tiene dos pequeños hijos, Cameron de 12 años y Aiden de cinco.
“No hay nada diferente o especial a cerca de mí, aparte de la forma en que nací, pero ahora comparto eso con millones de personas alrededor del mundo. Es extraño porque la mayoría del tiempo tengo una vida ordinaria con un esposo, un trabajo y dos hijos, pero luego algo pasa y alguien dice algo acerca de la inseminación in vitro y la prensa se interesa por mí alrededor del mundo”.
Además de dedicarse a su familia, la “niña probeta” trabaja en una naviera y, cuando puede, participa en ceremonias y foros acerca de la técnica por la que nació, alrededor del mundo y contando su experiencia.
“Cuarenta y un años después, hay todavía gente cada semana tratando de hablar conmigo acerca de mi nacimiento. Aquí estoy hoy platicando contigo, para México, pero mañana podría ser China, India, Estados Unidos, o cualquier parte del mundo”, cuenta.
En su vida ha recorrido el mundo para conocer a otras personas que han nacido por el mismo método, lo que no podría haber hecho si hubiera nacido de manera natural u otra, reconoce y recuerda que su madre le decía que tenía que compartirla con el mundo.
“Porque mi nombre es siempre asociado con los inicios de la inseminación in vitro, me invitan casi todos los días a entrevistas. Como Patrick, Robert, mi padre y mi madre, tristemente han fallecido, siento que mantengo su legado vivo al hablar en esos eventos a los que me invitan y cuando le digo a la gente acerca de mi nacimiento”.
Al Premio Nobel
La técnica de la fecundación in vitro es un procedimiento en el que el óvulo y el espermatozoide son fecundados fuera del cuerpo de la madre y ha sido considerado como el principal tratamiento para la esterilidad.
In vitro es un término en latín que significa “en cristal”, ya que al inicio este procedimiento se hacía en contenedores como tubos de ensayo, placas de Petri, o probetas, de ahí que Louise Joy Brown sea conocida como la primera “niña probeta”.
Diez años antes, Patrick Steptoe y Robert Edwards habían unido sus fuerzas y habilidades; el primero encontró un método para retirar los óvulos de los ovarios y el último había logrado desarrollar una manera de fertilizar óvulos humanos en el laboratorio, la combinación perfecta.
Antes del nacimiento de Louise, los médicos realizaron cientos de transferencias de embrión, y cuando John Brown acudió a ellos, la respuesta fue que la probabilidad de tener éxito era una en un millón.
A lo largo de los años, el procedimiento ha ido sufriendo cambios para perfeccionarlo, pero en 2010 el hallazgo le valió a Robert Edwards el premio Nobel en Fisiología y Medicina, no así para Steptoe y la enfermera Jean Marian Purdy, quienes para ese entonces ya habían fallecido.
Ocho millones en el mundo
Tras el nacimiento de Louise, la técnica se siguió practicando y haciendo felices a más parejas que se convertían en padres. Cuatro años más tarde, John y Lesley Brown tuvieron una segunda hija, Natalie, por el mismo método de fecundación in vitro.
La menor de los Brown se convirtió en la número 40 de nacer por este método. Aunque creía que la famosa sería su hermana —por haber sido la primera—, Natalie fue la primera mujer nacida por fecundación in vitro en dar a luz de manera natural, y ahora tiene cinco hijos.
“Mi hermana y yo no vivimos lejos, pero ambas tenemos nuestra propia familia. Ella tiene su propio lugar en la historia, pues fue la primera nacida por inseminación in vitro en convertirse en madre. Tenemos diferentes personalidades y no pienso que la inseminación in vitro nos haya hecho diferentes a otras personas”, contó a este periódico la “niña probeta”.
Actualmente, la técnica ha hecho felices a miles de parejas que no habían podido ser padres de manera natural, y existen más de ocho millones de niños y niñas nacidos como Louise.
Certificación. En México, existen 80 clínicas en las que se puede realizar el procedimiento, pero sólo 22 son avaladas por la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida.