La noche triste de Aurelio

26 de Diciembre de 2024

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

La noche triste de Aurelio

RAYMUNDO

1ER. TIEMPO: La irrupción del joven maravilla. La fortuna le sonrió desde el principio del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto al joven que le encargaron realizar en la campaña presidencial el trabajo de lápiz. Volaba para director a un nivel de coordinación en Los Pinos, pero un mal entendido que llevó a Eduardo Medina Mora a la Embajada en Washington en lugar de la cancillería, hizo que José Antonio Meade, quien iba a ser el jefe de la Oficina de la Presidencia, terminara como secretario de Relaciones Exteriores, y Aurelio Nuño, quien no era nada salvo eficaz y trabajador asesor, se quedara con el puesto, por cortesía e influencia de quien sería secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien hizo de lado a quien se creía merecedor de ese puesto, el amigo incondicional del Presidente, Francisco Guzmán. Nuño fue por tres años la puerta infranqueable del Presidente, y con quienes prácticamente todos, dentro y fuera del gobierno, tenían que acordar y pedir un pase al despacho presidencial que casi nunca llegaba. A escasos 50 metros de la oficina de Peña Nieto en Los Pinos, Nuño atendía en mangas de camisa y todas las noches recibía un reporte de los secretarios de Estado y sus subsecretarios sobre qué hicieron durante el día y con quién se habían reunido. Nuño no tenía carta de político cuando empezó a hacer funciones de político. Entró en la política como uno de los asesores del entonces senador Enrique Jackson al arrancar el milenio, quien lo ayudó financieramente para estudiar una maestría en Ciencias Sociales Latinoamericanas en Oxford. Regresó al Congreso para trabajar en la coordinación de asesores de la Comisión de Presupuesto que presidía Videgaray, quien al comenzar la campaña presidencial se lo llevó con él. En el proceso se hizo cargo de la parte educativa, y de su equipo saldría el proyecto de la Reforma Educativa. Bueno en el cubículo; bueno para arrastrar el lápiz. Malo en la operación política, se demostraría reiteradamente después. Decía uno de sus profesores en Oxford que Nuño era muy inteligente, pero la verdad, no comprendía por qué Peña Nieto lo había convertido en político. De eso, no entendía.

2DO. TIEMPO: El detonador de su futuro. En la arquitectura de lo que sería su programa de gobierno, uno de los puntos centrales que aceptó el candidato Enrique Peña Nieto fue el de la Reforma Educativa. El trabajo fino se lo encargó a uno de sus asesores estrellas, Aurelio Nuño, quien recibió propuestas de varios académicos y políticos que habían estudiado el tema de la educación. Jorge Castañeda fue uno de los principales, aunque su contribución no aportaría finalmente mucho. Otro fue Otto Granados, quien era embajador en Chile, y cuyas contribuciones hicieron que Nuño no se olvidara de él cuando lo nombraron secretario de Educación, y lo nombró subsecretario, aunque opera más bien como titular adjunto. Pero quien hizo el trabajo fino de la Reforma Educativa y aportó la clave de todo, eliminar el control del sindicato magisterial sobre las plazas, fue Enrique Ochoa, actual director de la Comisión Federal de Electricidad. Durante la transición, Nuño dialogó largas horas con quien era el subsecretario de Educación Básica, Fernando González, yerno de la líder sempiterna del magisterio, Elba Esther Gordillo, con quien discutía la ruta crítica de la reforma. No puede ser el punto de partida, le decía González, sino el fin. La maestra Gordillo no era su enemiga, sino su principal aliada, alegaba el subsecretario, por lo que sería un error excluirla del proceso en lugar de trabajar con ella. El enemigo no era la maestra. Nuño nunca se entendió con González, y la reforma tenía en ella su principal enemigo. Así fue fraseado el discurso de toma de posesión de Peña Nieto que ordenó y revisó Nuño. Tenía párrafos dedicados en cuerpo y alma al control de la maestra sobre el sindicato y del fin de sus prebendas. La maestra no era un factor político, sino un grupo de interés. Por tanto, así sería tratado. Tres años después, el diagnóstico de Nuño ha sido cuestionado. El Presidente lamenta la cárcel de la maestra y los beneficios de haberla llevado a prisión no los han visto. El sindicato, como les decían en aquél tiempo, no era el problema. Sus enemigos en la reforma era la Coordinadora Magisterial, con quien prefirieron meterse a la cama. Se equivocaron de aliado y hoy lo paga el Presidente y Nuño, el de los diagnósticos sistemáticamente fallidos.

3ER. TIEMPO: ¿Alguien se sorprende que se volvió a equivocar? El murmullo al oído del presidente Enrique Peña Nieto fue fuerte: si respaldaba la propuesta del PRD de la reforma fiscal, varios líderes del PRD apoyarían la reforma energética. La recomendación tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa fue que no se metiera en ese problema, porque era municipal. La recomendación al Presidente cuando apareció la casa blanca, fue que se callara y dejara que su esposa, Angélica Rivera se defendiera sola. La historia habla por sí sola. El PRD no apoyó la reforma energética y la reforma fiscal provocó la ruptura de Peña Nieto con los empresarios. No intervenir inmediatamente en la desaparición de los normalistas, convirtió un crimen municipal en un crimen de Estado. La casa blanca lo aniquiló a él y destruyó el activo de relaciones públicas que era la señora Rivera. Su manejo de la comunicación política produjo que las inversiones multimillonarias en spots fueran acompañadas de una creciente desaprobación presidencial. Pero, pese a todo Aurelio Nuño, el autor de tan desafortunados consejos, dijo en una entrevista con El País de Madrid en diciembre de 2014, ante la catarata de críticas: “No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo, ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”. Desde entonces, la institución que ha entrado en mayor crisis es la Presidencia, porque el diagnóstico de que todo era una tormenta que pasaría, no fue transicional sino de creciente fuerza. Cuando llegó a la Secretaría de Educación, hizo de la aplicación de la reforma educativa un tour de force con la disidencia magisterial a la que se dirigía sólo con amenazas: quien no se evalúe será sancionado; quien falte a clases no recibirá su pago; quien sea reincidente será despedido; quien se exceda, será encarcelado. Bravuconadas dijo hace casi medio año, no era el camino. Olvidó rápido. Bravuconadas lo metieron en Oaxaca y el sur del país en un problema en desarrollo y que lo está devorando.