Una de las broncas más interesante, por el momento, es la que sostiene el mandatario de Nuevo León, Jaime Rodríguez, El Bronco, con Andrés Manuel López Obrador. El gobernador favorito de la oligarquía neolonesa, la ciudadanía empobrecida e indignada así como de los diarios de la familia Junco, El Norte y Reforma, como está demostrado, una coalición ganadora, inició un trayecto de posicionamiento al 2018 enfrentado sin vacilaciones con el político tabasqueño que encabeza las opciones anti PRI.
En opinión de AMLO, El Bronco, es la nueva cara que adquiere “la mafia del poder” para contrarrestar su renovado ascenso en popularidad ante la percibida ineficiencia del PRI y la corrupción mayoritariamente asignada a ese partido. Esa última característica no ha impedido que ese organismo político se beneficie de una votación mayoritaria, normalmente en situaciones de escasa participación.
El Bronco acudió a la táctica de asociar las banalidades normalmente utilizadas contra un político que simplemente, en su decir, se estaría beneficiado indebidamente del erario.
El interés por esta bronca tiene varias aristas: exhibe la polarización que es un indispensable promotor de agrupamientos de electores en torno a figuras políticas, es una muestra del empuje que en la opinión pública tiene personajes que podría ser calificados como “populistas” -aun cuando, sostenemos, el populismo es parte inevitable de la política, especialmente en su expresión electoral- y demuestra que mientras no se definan las coaliciones que encabezarán los candidatos el PRI y el PAN el espectáculo debe tener al menos nombres provisionales.
Estos nombres son los de dos hábiles generadores del contraste entre sus personalidades y “el sistema”.
Polarizar y dicotomizar son centrales a la política en cuyo estilo convergen esos personajes. Son centrales para ambos. Serán para todos en el 2018. Simplemente unos van más adelantados.
El interés por la disputa entre el ex candidato presidencial y su popular adversario se modificará conforme las coaliciones distintas a la que encabezará AMLO se afinen a la mitad del 2017 pero no desaparecerá.
Es un episodio de la confrontación retórica digna de estos tiempos de percibido deterioro de los partidos y de la Presidencia de la República.
En toda elección verdaderamente competida, en la cual la diferencia de opiniones a favor de uno u otro candidato es, por situar un caso, de menos de cinco puntos porcentuales, la decisión del elector está asociada con el grado de polarización y las opciones disponibles. Se vincula también a la necesidad de identificar figuras generadoras de expectativa frente al disminuido perfil de las instituciones.
La probable permanencia del interés por ambos candidatos caracterizará la elección solamente si los partidos no alcanzan a generar plataformas programáticas y, sobre todo, impulsar figuras atractivas en un debate nacional que se concentra en el perfil de los candidatos antes que aspectos como la ideología o el “proyecto nacional” que defienden.
La preeminencia momentánea de las divergencias entre el tabasqueño y el neolonés es ilustrativa del porvenir de los enfrentamientos.
@guerrerochipres