Jesús Murillo Karam lleva semanas indignado con el Presidente Enrique Peña Nieto. Comenta con resentimiento con amigos comunes que lo ha traicionado y que rompió el compromiso de enviarlo como embajador a Portugal al salir de la Procuraduría General de la República. El Presidente, dice, ni siquiera le toma llamadas telefónicas. Su amigo, sugiere, lo abandonó, pero se equivoca. El Presidente está demostrando que es más amigo de sus amigos que sus amigos de él, y el ex procurador debería agradecerle que no esté sometido a ningún proceso por la controvertida investigación de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa hace dos años, llena de evidencias cuestionadas y desmanteladas por débiles o falsas, y que está protegido por un blindaje presidencial que le permite seguir caminando por las calles, amargo pero libre.
Murillo Karam es la contradicción del discurso que el Presidente pronunció este miércoles en Iguala, donde conmemoró el 195 aniversario de la Bandera, a unos centenares de metros de donde se secuestró a los normalistas. “Durante un año y cinco meses –dijo Peña Nieto-, el Estado mexicano ha desplegado un amplio esfuerzo institucional para procurar justicia a partir de una investigación profunda, transparente y abierta”. El esfuerzo ha incluido, agregó, la colaboración con organismos de expertos internacionales, que condujo a la reapertura de líneas de investigación o abrir otras. Sin embargo, la persona clave para poder explicar todas las inconsistencias de la investigación que han derivado en confrontaciones públicas, el ex procurador, sigue en calidad de intocable.
Sus responsabilidades son amplias, como se documentó en la columna “Las mentiras de Murillo”, publicada el 20 de noviembre en este espacio. En ese texto se argumentó cómo el hombre de confianza del Presidente lo desinformó y llevó a tomar decisiones equivocadas, muy probablemente por su incompetencia para la tarea de la que lo hizo responsable. Con base en sus propias palabras, en esa colaboración se describieron algunas de sus pifias. Por ejemplo:
1.- Sobre la polémica “verdad histórica”, desarrollada durante una conferencia de prensa el 27 de enero de 2015, admitió: “Me equivoqué en usar esa expresión, pero es falso que alguien me haya advertido que no debía hacerlo”. Es falso. Cuando preparaba el documento que presentaría a la prensa y mencionó con su equipo de abogados que daría a conocer la “verdad histórica”, le alertaron que ese concepto era equivocado y que tenía que cambiarlo por el de la verdad legal que se tenía hasta ese momento. Murillo Karam, ojos de lumbre y voz de trueno, espetó: “No me va a venir usted a enseñar derecho”.
En ese momento dictó la famosa frase sobre el basurero de Cocula: “(Muchos) elementos aportados durante la investigación, permitieron… llegar, sin lugar a dudas, a concluir que los estudiantes normalistas fueron privados de la libertad, privados de la vida, incinerados y arrojados al río San Juan. En ese orden. Ésta, es la verdad histórica de los hechos, basada en las pruebas aportadas por la ciencia, como se muestra en el expediente”.
2.- El basurero de Cocula se ha convertido en el emblema de una fallida investigación, donde al mostrar los expertos sus deficiencias han generado la sospecha que hubo encubrimientos. Murillo Karam ni siquiera tiene claro qué es lo que sucedió, como lo muestran sus declaraciones públicas. En la última, a finales del año pasado, aseguró que fue uno de los padres de los normalistas quien llevó la PGR a Cocula. El nombre de Cocula no surgió en los primeros días de la desaparición, y de acuerdo con la investigación, llegaron ahí no por un padre, sino por Patricio Reyes Landa, Jonathan Osorio Cortés y Agustín García Reyes, miembros de Guerreros Unidos. Quien hizo esta revelación, paradójicamente, fue el propio Murillo Karam en su conferencia de prensa el 7 de noviembre de 2014. Es decir, un año después, había cambiado los hechos de su investigación.
3.- Murillo Karam dijo en noviembre pasado que varias pistas que siguió la PGR en los primeros meses de la investigación habían resultado falsas, como “la del ataque contra el autolavado ‘Los Peques’ de Iguala”. Lo increíble es que esa pista surgió de una declaración tomada por él mismo al entonces jefe de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias, a quien se lo había confiado Víctor Hugo Palacios Benítez, uno de los cinco hermanos propietarios de “Los Peques”. Palacios Benítez fue el que afirmó que entre los normalistas había una célula de la pandilla de Los Rojos. El ex procurador validó esa versión pese a que otros Guerreros Unidos decían que no era cierta. De ella Murillo Karam tejió la hipótesis de la vinculación del narcotráfico con los normalistas.
Murillo Karam se casó con la versión del narcotráfico como el móvil central del crimen antes incluso de empezar a investigar. Desde los primeros días del secuestro de los normalistas, le dijo al Presidente que lo que había sucedido en Iguala era una “depuración” de narcotraficantes. En Los Pinos le creyeron y no hicieron nada. La inacción del Gobierno Federal durante más de dos semanas convirtió un crimen del ámbito municipal, en un asesinato de Peña Nieto y el Estado mexicano. El Presidente carga con ello como si fuera propio, pero aún así, Murillo Karam sigue impune. La palabra presidencial seguirá trunca en el caso Ayotzinapa hasta que el ex procurador no sea llamado a cuentas y explique qué hizo, cómo lo hizo y porqué lo hizo.
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