Borrado por el escándalo en la premiación de los Oscar, el programa “60 Minutos” de la cadena de televisión CBS, difundió un segmento al que llamó “Detrás de las Rejas”. Se trataba de Joaquín El Chapo Guzmán, pero no de cómo vive en el centro correccional metropolitano en Nueva York, donde enfrenta un juicio federal, sino de cómo fue su cacería y captura en enero del año pasado. El programa de investigación entrevistó a Peter Vincent, quien era consejero legal de los departamentos de Estado y de Seguridad Territorial durante ese periodo, y a Jim Dinkins, quien fue el jefe de la investigación por parte de Seguridad Territorial. Las entrevistas están llenas de detalles de la persecución y finalmente su detención, pero sobretodo de una historia no sólo jamás contada, sino totalmente opuesta a la versión oficial del gobierno mexicano. Lo más importante, que la operación para detenerlo no fue unilateral, sino fue parte de una fuerza de tareas compuesta por los dos países que trabajaron coordinadamente para reaprehenderlo.
La versión del gobierno mexicano es que en la segunda captura de El Chapo Guzmán –la primera fue en Mazatlán en febrero de 2014--, no participó ningún agente o funcionario estadunidense. “En la primera sí nos ayudaron con tecnología que no teníamos, pero en la segunda ya disponíamos de todo lo necesario”, dijo uno de los más altos funcionarios mexicanos responsables de su recaptura. “Los estadunidenses no sabían nada de cómo íbamos en la persecución, y éramos nosotros los que ahora les dábamos la información”. Lo que narraron Vincent y Jenkins se contrapone a esa versión. De acuerdo con ellos, para la primera captura se creó una fuerza de tareas que fue revigorizada cuando se escapó por segunda vez, de la prisión de máxima seguridad de Almoloya.
Los ex funcionarios no aportaron detalles que pudieran comprometer los métodos de investigación y las operaciones de inteligencia. Esa fuerza de tareas, dijo Dinkins, escuchaba permanentemente todas las comunicaciones del Cártel del Pacífico, y no sólo rastreaba a Guzmán, sino a todo su círculo íntimo, incluido su cocinero, así como todos los lugartenientes y personas a quienes contactaba, incluido el actor Sean Penn. Lo que dejaron entrever es que todas las llamadas de Guzmán, sus abogados y su familia, estaban interceptadas. Por eso, agregó, sabían perfectamente que El Chapo había invitado a verlo a Penn y a la actriz Kate del Castillo, y conocieron inmediatamente dónde iba a ir y en dónde iba a aterrizar.
La versión oficial mexicana es que las autoridades detectaron que Guzmán se encontraba en la Sierra de Durango por la reunión que tuvo con Del Castillo y Penn. Dinkins dijo, sin embargo, que un comando de élite de la Marina había encontrado la pista que los conduciría a él, 20 días después de que se escapó. “La Marina tenía un bloque de búsqueda”, dijo Vincent, quien utilizó el mismo concepto de integración de fuerza de tareas que usaron años antes para la cacería y captura de Pablo Escobar en Colombia. “Estaban enfocados en el principal premio, capturar a El Chapo Guzmán, vivo, si era posible hacerlo”.
Recordó que la primera oportunidad de atraparlo fue en octubre de 2015, días después de la visita de Penn, pero “los marinos nos dijeron que esperaron porque no querían que el actor estadunidense quedara atrapado en el fuego cruzado”. No lo dijeron los ex funcionarios, pero la razón por la que no fue capturado ese mes se debió a las presiones de la DEA al más alto nivel del gobierno mexicano para que detuvieran la operación 48 horas para dar tiempo a que saliera Penn de la zona, mientras que el drone de la CIA que monitoreaba las comunicaciones en la sierra, fue apagado para cerrar toda información. Los ex funcionarios ratificaron la versión extraoficial mexicana de que para escaparse El Chapo se cubrió con un bebé –hijo de su cocinera-, para que no le dispararan.
Los ex funcionarios estadunidense no entraron en detalles sobre cómo fue la persecución en la Sierra de Durango, donde la unidad de élite de la Marina, dirigida por un almirante al que se conoce como El Comandante Águila –que también encabezó la unidad que lo detuvo en Mazatlán-, fue obligándolo a no regresar a la montaña sino a huir hacia Los Mochis. No fue algo fortuito, de acuerdo con lo que dijeron en “60 Minutos”. Actuaron de acuerdo con información de inteligencia que condujo a otras unidades a una casa en esa comunidad, donde la intercepción de llamadas revelaron que planeaban una visita de la “abuela”, el nombre en clave de Guzmán, y de la “tía”, como llamaban a Orso Iván Gastélum, apodado El Cholo Iván, el jefe de escoltas de El Chapo, y con quien lo capturaron días después.
“Los marinos vigilaron la casa por un mes como pintores y albañiles que iban y venían”, dijo Jenkins. “Entonces, en la mañana del 7 de enero de 2016, la ‘abuela’ finalmente apareció. Una fuerza de asalto tomó rápidamente posiciones y esa noche, alguien en la casa pidió una enorme orden de tacos y una camioneta blindada salió a recoger la comida. El Chapo estaba teniendo una fiesta”. El programa de “60 Minutos” entrevistó a dos de los comandos de élite que participaron en el asalto, identificados como “Alfa” y Bravo”, quienes narraron cómo se dio la batalla dentro de la casa y fueron recibidos con granadas. Pero también, como desaparecieron El Chapo y el Cholo Iván.
Los ex funcionarios estadunidenses confirmaron la versión mexicana del escape por el drenaje y mediante dos vehículos que robaron. Sin decirlo quedó claro que la recaptura fue finalmente fortuita, porque durante horas se les esfumaron a las unidades de élite y fueron capturados únicamente porque la policía federal interceptó el Focus rojo en el que viajaban rumbo a Culiacán, no porque los reconociera, sino porque estaba reportado como robado.
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