El gabinete del presidente Enrique Peña Nieto tiene clara la instrucción. No es la Mesa de Estatutos de la Asamblea Nacional del PRI, donde se aprobará la anulación de candados a la candidatura presidencial la más relevante, sino en la de Visión de Futuro, que se llevará a cabo este miércoles y jueves en Zapopan, donde se discutirán las reformas económicas de Peña Nieto. No será para cuestionar el porqué las hicieron, sino para encontrar la forma de que a lo ya consumado, puedan encontrar en menos de un año la fórmula para conseguir un consenso nacional que evite que el PRI sea expulsado del poder en 2018. Pero reinventar en tan corto tiempo el código genético de un gobierno excluyente y tentaciones autoritarias, parece imposible. Tanto, como que en las condiciones actuales el PRI pudiera mantener la Presidencia. Las reformas de Peña Nieto, las más profundas desde el cambio de modelo económico impulsado Carlos Salinas desde la Secretaría de Programación y Presupuesto en 1985, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, provocaron una pérdida significativa de votos para el PRI. Desde las elecciones para gobernador en 2015, el PRI sólo administra 15 entidades, la cifra más baja en 26 años de alternancia electoral, con lo que perdió el 19% de su influencia en el país, al pasar de gobernar 66 millones de ciudadanos a 53. En las elecciones para gobernador en junio pasado, perdieron una de tres –otra, Coahuila, está en litigio-, y perdieron un millón de votos adicionales. Incluso en el bastión peñista, el estado de México, el PRI como partido perdió por 56 mil votos ante Morena, pero salvó la derrota de la gubernatura por los votos de sus aliados. Todas las reformas peñistas han sido cuestionadas. La fiscal provocó que en noviembre de 2013 su índice de desaprobación rebasara al de aprobación, que nunca pudo recuperarse y tiene a Peña Nieto en el nivel más bajo de reconocimiento desde que se miden las gestiones presidenciales hace casi 30 años. Esta reforma hizo que los estados de la frontera norte votaran contra el PRI en 2015, mientras que la educativa hizo que en la cuenca del descontento en el sur, rechazaran a sus candidatos, y en los estados del Golfo, indignados por la energética, expresaran su repudio al gobierno en las urnas. De las seis entidades que concentran el mayor peso electoral, la Ciudad de México, Veracruz, Puebla y Guanajuato, están en manos de la oposición. Sólo mantiene el poder en el mermado estado de México, y está en riesgo de perder la gubernatura en Jalisco en 2018. Se puede argumentar sobre lo indispensable que eran las reformas o no, aplaudidas en el mundo y repudiadas en México, pero lo que no puede ocultarse es que fueron decisiones cupulares donde se excluyó a todos menos a una docena de personas de varios partidos, controladas por Peña Nieto, que decidieron el futuro de la nación. Las reformas fueron cocinadas en el Pacto por México, un acuerdo con el PAN, el PRD y de manera satelital el Partido Verde y Nueva Alianza, que excluyó a los propios militantes de esos partidos y desoyó a los grupos de interés que tenían cosas qué decir sobre las transformaciones. Es cierto que una reconstrucción económica se tiene que procesar de esa manera, casi vertical, pero es fundamental que para evitar tensiones que amenacen la durabilidad de los cambios alcanzados, se tengan que buscar consensos. Al presidente, o no le interesó alcanzar el consenso, o quienes debían de haberlo construido, no hicieron su trabajo. En cualquier caso, el rechazo a su gestión ha hecho inviable, en este momento, que el PRI se mantenga en el poder, y abre la posibilidad a la regresión de sus reformas tras las elecciones presidenciales del próximo año. La forma como ha funcionado el gobierno de Peña Nieto ha sido vertical y excluyente, en contraposición de sociedades cada vez más horizontales y abiertas. Manlio Fabio Beltrones, el ex líder del PRI, que mantiene un diálogo fluido con el presidente, y quien presidirá la mesa en Zapopan, ha insistido que lo fundamental que debe hacer su partido es construir un proyecto de gobierno que beneficie a los ciudadanos que le permitan garantizar que las reformas no sean revertidas. Es decir, que mantengan el poder. Pero en este sentido, es pertinente la pregunta, planteada varias veces por él, de gobernar para qué. ¿Para robar, como los gobernadores priistas y múltiples funcionarios durante su gestión? ¿Para beneficiar los intereses de sus grupos políticos y económicos? Beltrones desarrolló un escenario posible que responda a la pregunta en un documento de “ideas”, donde tocó el crucial tema de la participación social organizada, que requeriría ser reconocida, primero, y después ser incluida en los debates, como “una forma de mostrar apertura, enriquecimiento de nuestras propuestas de políticas públicas y aproximación a las inquietudes sociales”. Traducido al castellano es: si el partido no se abre, se erradica el verticalismo y se actúa con sensibilidad ante lo que la sociedad quiere y necesita, no habrá forma de revertir la tendencia electoral actual. Si no se abre, tampoco hay rendición de cuentas y las inercias y vicios del peñismo continuarán. Beltrones no lo plantea de manera tan dramática, pero el mensaje es claro. Si Peña Nieto y su equipo no abren la concha desde donde gobiernan y aceptan incondicionalmente la rendición de cuentas, la Presidencia pasará a otras manos en 2018. Los mexicanos, se lo han venido diciendo, están hartos de ellos. rrivapalacio@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa