La relación entre los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y de Economía, Ildefonso Guajardo, ha sido difícil en algunos momentos, en buena parte por el fuerte carácter de los dos que los ha llevado a discutir con energía, pero no está rota ni mucho menos dividida su posición en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Esta es una conclusión de la respuesta de los secretarios a lo publicado aquí este jueves, que remataron: están de acuerdo al 100 por ciento. Aseguran que no hay fisuras entre ellos y mucho menos aún posiciones distintas en la mesa de las negociaciones, como refirió esta columna citando al periódico The Wall Street Journal. A juicio de Videgaray, la prensa ha caído en el juego de las filtraciones de la Oficina del Representante Comercial de la Casa Blanca.
Las filtraciones son un subproducto de los sistemas abiertos, y reflejan las tensiones dentro de un gobierno, o las acciones de este para cambiar y alterar las decisiones y acciones de sus interlocutores. En la política de Estados Unidos, las filtraciones, los leaks, son utilizadas regularmente. Hay filtraciones no autorizadas, donde quien la realiza busca impulsar o sabotear una decisión o una política aprobada, y hay autorizadas, donde una institución o un gobierno está alineado en busca del mismo objetivo. A decir de Videgaray, esto es lo que ha venido sucediendo dentro de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, donde la oficina de Robert Lighthizer ha buscado alterar la negociación o presionar a las partes involucradas mediante la utilización del Wall Street Journal como su vehículo preferido.
El Journal citó el miércoles a un funcionario estadounidense que afirmaba: “Es sumamente difícil llegar a un acuerdo con México porque parece haber una división importante entre quienes quieren alcanzar un acuerdo y quien no”.Esta columna recordó que el diferendo entre los dos secretarios ya había sido expuesto -y nunca desmentido- en la prensa mexicana, donde, como se apuntó ayer, la discusión había sido ganada por Guajardo, quien convenció al presidente Enrique Peña Nieto que lo mejor que podía hacer era una buena negociación y no una entrega de concesiones que tendría repercusiones negativas en la industria mexicana. Si en la línea del Journal, Videgaray mantenía una posición distinta en Washington, se concluyó, estaba tomando decisiones por encima del propio presidente.
De ninguna manera, rechazó Videgaray. Ni ha tomado decisiones por encima de las instrucciones presidenciales, ni mucho menos aprobado concesiones que no han sido analizadas y acordadas con Guajardo. Los secretarios han jugado una vieja estrategia mexicana, la del policía bueno y el policía malo. En este espacio se apuntó el jueves: “En el caso del TLCAN, por lo que revela el interlineado en la información del Wall Street Journal, Videgaray se ha sobregirado de su área de responsabilidad. Quien tiene la jefatura de la negociación es Guajardo, no el canciller, quien ha tomado decisiones sin consultar. Los acuerdos a los que llega con (Jared) Kushner que no son reconocidos por Guajardo, fueron caracterizados por el Journal como ‘inconsistencias’ en el equipo mexicano, a las cuales les achacan el empantanamiento en las pláticas. Esta confrontación, evidente ya en Washington, afecta a México y a la seriedad del gobierno peñista”.
La versión de Videgaray coincide con la de Guajardo. La postura mexicana está alineada. Lo que se está dando, explican sus asesores, es una presión pública de la Casa Blanca para forzar a México a aceptar que el 40% de los componentes para la industria automotriz sean fabricados en las regiones del tratado donde los salarios mínimos sean de 16 dólares la hora. México ha rechazado esa propuesta por el daño que causaría a la industria automotriz mexicana. Este tema ha sido la causa del empantanamiento en la negociación, al insistir Estados Unidos en un incremento de 72.5 por ciento hasta 85 por ciento en los componentes para automóviles y autopartes, del 62.5 por ciento que es la tasa actual. México contrapropuso elevar hasta 70 por ciento, pero en lo general, sin acotamientos salariales.
Videgaray está convencido que la oficina de Lighthizer está buscando dividir a la delegación mexicana y provocar confusión al minar su capacidad de negociación. Tanto él como Guajardo tienen claro que esta no es una posición desconocida por ellos o que no hubieran esperado que se realizara. Utilizar a los medios de comunicación es una vieja extensión de la política en Estados Unidos, donde frecuentemente han aparecido avances o retrocesos en la negociación. Los canadienses, sin embargo, han sido los más audaces en las filtraciones, teniendo en el periódico The Globe and Mail de Toronto y en la agencia de noticias Canadian Press, su principal vehículo de distribución de sus posiciones. A los mexicanos, en este y anteriores gobiernos, no les gusta recurrir a filtraciones. Son profundamente ortodoxos y optan por aparecer en medios, preferentemente electrónicos, para ganar espacios y tratar de orientar la discusión, pero rara vez para enviar mensajes cifrados que sólo entienden los destinatarios de ellos.
El canciller resiente que se infiera que está cometiendo un acto de traición. La relación con Guajardo es plena y están actuando de acuerdo a la estrategia de la negociación, lo que confirma totalmente el secretario de Economía. Tensiones entre ellos han existido, coinciden en sus equipos, como parte de la discusión que se da entre ellos sobre temas específicos, o en el gabinete, cuando se han expresado los puntos de vista sobre la renegociación del tratado. Pero nada más lejano, señala, que la versión proyectada por el Wall Street Journal. Esto no parará. La agresividad estadounidense con su comunicación política es vieja. La actitud timorata mexicana, también.
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