Elba Esther Gordillo decidió cerrar sus intervenciones públicas, de sí escasas, con una carta que envió a este espacio para refutar la columna titulada La soberbia de la maestra, donde se señaló que desde la cárcel de Tepepan en la ciudad de México, donde está presa, había lanzado una amenaza innecesaria al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto al señalar durante una charla con el periodista Ciro Gómez Leyva, que parecía que la querían forzar a romper el silencio institucional. Esa frase causó suspicacia, pero ella aclara: “No he lanzado amenazas. No está en mi agenda personal”. Romper ese silencio, sin embargo, no iba a afectar a nadie más que al presidente.
La maestra tenía una cálida relación con Peña Nieto antes de ser presidente, como antes la tuvo con otros en el poder. Gordillo es una caja de secretos políticos y electorales que ha atesorado a lo largo de cinco sexenios que, de darlos a conocer, podrían provocar incluso el colapso del sistema. Pero por lo que ahora toca, escribió, “puedo asegurarle que no he hecho ningún acuerdo alguno con el gobierno el presidente Peña Nieto para guardar silencio o cosa que se le parezca”.
No hay omertá, dice sin decirlo en la carta que autorizó a publicarla. “Ha sido mi posición la de desligarme de todo lo relacionado con la vida política nacional, como una postura personal, responsable, institucional y a mi juicio correcta”. Entonces, a contra sensu de lo reproducido por Gómez Leyva de su conversación con la maestra el viernes pasado en la cárcel, ¿nada? No hay amenaza alguna, subrayó. “Este tiempo me ha permitido hacer maduras reflexiones que no se ven alimentadas por sed de venganza”, dijo. Pero, “es cierto que otros, ajenos al gobierno del presidente Peña y que bien sabe quiénes son, parecen querer forzarme con sus acciones a salir de un silencio institucional que he mantenido, mientras antes decían caminar a mi lado sin condición. A ellos me referí y hoy se lo reitero a usted”.
¿Quiénes son esas personas ajenas al gobierno? La maestra lo dejó en el aire. ¿Quiénes pudieran ser? Por el perfil que esbozó de aquellos que estuvieron cerca de ella y hoy ya no, parece dibujar al líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Juan Díaz. La pregunta que se podría haberle hecho como réplica, de haberse tenido la oportunidad, es cómo desde fuera de las instituciones de gobierno o del Poder Judicial podría forzarla alguien a romper el silencio institucional auto impuesto.
Sus frases son varias veces crípticas, algo no inusual en la maestra, a quien hay que leerla a partir del contexto, los antecedentes y su lenguaje de cuerpo. En la charla con Gómez Leyva expresó su deseo por regresar al sindicato de maestros. El periodista le preguntó si la gente estaría con ella. “Los maestros no me han olvidado”, le respondió, “muchos estarían conmigo”. Pero en la carta recibida este miércoles, la maestra rectificó: “Mentiría si digo que no quisiera regresar al SNTE, cuando es mi pasión, fuente de mis ideales. Los maestros son mi segunda familia y sé que muchos así lo sienten.
“Pero desde luego entiendo que es momento de dar paso a otras generaciones. En eso me gustaría contribuir, en que jóvenes maestros quizá de la mano con otros experimentados, asuman el mando de nuestro sindicato y coadyuven a consolidar los cambios que México requiere en materia educativa. De ninguna manera pretendo retornar para dirigir, eso ya lo había externado incluso antes de la ilegal detención”.
La maestra salvó en esta carta al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a quien entre sus cercanos consideran como el funcionario de mayor rango que la traicionó. Tampoco involucró al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien construyó la emboscada para que fuera capturada, al invitarla a cenar en la ciudad de México con el único propósito de que al llegar al aeropuerto de Toluca, fuera detenida. No mencionó al secretario de Educación, Emilio Chuayffet, donde la enemistad entre ambos es epopéyica. Nunca, por supuesto, criticó al presidente Peña Nieto, quien autorizó su captura aún en contra de sus emociones. El enemigo, el traidor, lo ubicó afuera de ese entorno, en su viejo entorno dentro del magisterio.
“Mi prioridad futura –retomó la maestra en su carta-, es cuidar de mi persona y mi familia cercana, no más, no menos. No he lanzado retos de ninguna especie (como se escribió en la columna del miércoles), todo lo contrario. De hecho, hay con quien en su momento deberé de reunirme cordialmente y ese día cerraré la página de un libro que narra una historia dura, difícil y dolorosa, que dará pie a que inicie un nuevo trayecto en el que velaré por mi persona y seres queridos, después de años de haberme dedicado a todos, antes que a mí.
“Ante una postura tan mesurada como la que he mantenido y pretendo seguir teniendo, no puede hablarse de soberbia. Desde luego que no renunciaré jamás a mi dignidad, por la que pelearé hasta mis límites… En medio de este tortuoso proceso, hago votos porque se aplique la ley sin distingos, ya que no descansaré hasta que se acredite mi inocencia plena. Eso es mucho más importante que la prisión domiciliaria, que es un derecho que tengo”. Por lo pronto, es su última palabra.
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