'El Chapo' en Hollywood

26 de Diciembre de 2024

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

‘El Chapo’ en Hollywood

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El capítulo más extraño en la vida de Joaquín El Chapo Guzmán fue que buscara a una artista que ha interpretado papeles de narcotraficante, para proponerle que le hiciera una película autobiográfica. No era el Guzmán metódico y retraído, que no solía establecer ninguna relación con los internos cuando estuvo recluido en el penal del Altiplano tras su primer recaptura, ni generaba problemas. El misterio, de acuerdo con la investigación, está apuntando en otra dirección. La película no fue una idea de él, sino de la dirección del Cártel del Pacífico, como parte de la entronización pública de uno de los suyos, el narcotraficante más emblemático desde el colombiano Pablo Escobar.

Este capítulo es extraño en varias aristas. La más desconocida es cómo el involucramiento de varias de las celebridades de Hollywood ha volteado los papeles entre México y Estados Unidos, y las resistencias para que lleven a tribunales a una de las glorias de la industria del entretenimiento, Sean Penn, ha colocado al Gobierno estadounidense en el asiento que siempre había ocupado el mexicano, en una posición defensiva, donde no quieren tocar al dos veces ganador de un premio Oscar, que los llevó al extremo de poner en riesgo la recaptura de Guzmán cuando pidieron al Gobierno mexicano que pospusiera la operación de los comandos de la Marina para aprehenderlo en Tamazula, porque habría puesto en peligro la vida del actor.

De acuerdo con funcionarios estadounidenses, se podría argumentar que existen posibilidades de fincar responsabilidades a Penn por haber utilizado un teléfono exclusivamente para comunicarse con un criminal y negarse a revelar cómo llegó a Guzmán, que es por lo que quiere que declare el Gobierno mexicano. Expertos legales en esa nación consideran que no hay base alguna para perseguirlo, pero ante esa posibilidad, el actor comenzó a elaborar una defensa –sugerida por sus abogados- en donde el argumento es que fue a la sierra a entrevistar a Guzmán, por lo que está amparado por la Primera Enmienda, que se refiere a la libertad de expresión. En todo caso, no podría estar exento de revelar detalles de quiénes los llevaron a ese encuentro. Veinticuatro periodistas han ido a la cárcel en Estados Unidos por negarse a revelar sus fuentes de información, y uno más no periodista pero que hizo trabajo periodístico, pasó cinco meses en una prisión por negarse a dar información sobre activistas de derechos animales a quienes había entrevistado.

Penn, según las investigaciones mexicanas, sí estaba interesado en el proyecto de la película. Su enlace con El Chapo se dio a través de la actriz Kate del Castillo, quien al haber expresado su apoyo a Guzmán en forma pública y manifestado su rechazo a instituciones y leyes, se convirtió en su puerta de entrada y del Cártel del Pacífico a Hollywood. No se sabe aún cómo conoció a la señora Del Castillo para pedirle su intermediación para hablar con Guzmán, aunque él dice que fue a través de amigos comunes, que le comentaron de su relación con El Chapo.

El primer contacto de Guzmán con la señora Del Castillo se dio a través de sus abogados, con quienes sostuvo frecuentes diálogos a través de mensajes de texto. Una parte de ellos han sido publicados por El Universal y Milenio, pero no son todos los que existen. De las conversaciones escuchadas, que aún no se judicializan y por ello no forman parte aún de la investigación de la PGR, aparecen varios nombres. El que figuren en las conversaciones no significa que pudieran haber estado involucrados o tuvieran relación con los abogados del criminal, como es el caso del celebrado cineasta, Martin Scorsese, uno de los nombres que se mencionaron para dirigir la película.

El director de la película, supieron las autoridades mexicanas hace meses, iba a ser Oliver Stone, ganador de tres Oscar, cuya filmografía incluye varias cintas críticas del Gobierno de Estados Unidos. La película, de acuerdo con funcionarios federales, tendría un perfil crítico al Gobierno mexicano, aprovechando la imagen de Guzmán, construida en buena parte por la revista estadounidense Forbes, que lo colocó en su lista de los multimillonarios del mundo. El proyecto de la película del Cártel del Pacífico, que contaba con el respaldo pleno del criminal, iba más allá. Querían crear una marca. Incluso, su esposa Emma Coronel trató dos veces, en forma infructuosa, de registrar la marca Chapo en el Instituto Mexicano de Propiedad Intelectual.

Hollywood era la puerta de entrada a la inmortalidad en el imaginario colectivo. Su influencia y poder de persuasión en el mundo iba a ser aprovechada por el Cártel, para proyectar a uno de sus jefes. Esa etapa está cerrada y el misterio del protagonismo de El Chapo de alguna manera explicado. En cuanto a Hollywood, el caso no debiera cerrarse, pero que el Gobierno mexicano logre que una de sus estrellas, Penn, rinda cuentas por lo que hizo, se ve muy difícil. Este año hay elecciones presidenciales en Estados Unidos, y la industria del entretenimiento es una importante fuente de recursos para las campañas políticas, en particular para el Partido Demócrata, que ha recolectado más de 80 millones de dólares de 1990 a 2016, sin contar los 46 millones de dólares que le ha dado Hollywood a Hillary Clinton, la principal aspirante demócrata a la Casa Blanca. En cuanto a la señora Del Castillo, en muchos sentidos, es otra historia.

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