El calvario de Medina

17 de Noviembre de 2024

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

El calvario de Medina

RAYMUNDO

En la recta final de su gobierno, Rodrigo Medina se presentaba como una víctima política de Los Pinos e incomprendido ante la opinión pública.

La derrota de Ivonne Álvarez en la gubernatura de Nuevo León, no había sido culpa de él, sino de Los Pinos.

1ER. TIEMPO: La protección política no era para siempre. En la campaña para la gubernatura de Nuevo León el año pasado, Jaime Rodríguez irrumpió salvajemente —política y socialmente hablando— como un formidable candidato independiente sin muchas ideas sobre qué iba a hacer. ¿Cómo resolvería el problema de la delincuencia? ¡Con huevos!, decía. ¿Cómo manejaría la deuda del estado? ¡Con huevos!, repetía. Todo su enfoque programático era a base de testosterona, salvo cuando le preguntaban qué haría con el gobernador Rodrigo Medina en caso de llegar al poder. Ahí sí tenía una definición clara: “Lo voy a meter a la cárcel”. El Bronco, como gusta que le digan, hizo de la cruzada contra Medina y su familia por su presunta corrupción y enriquecimiento inexplicable, la razón de su lucha por la gubernatura como candidato independiente, y sociedad, empresarios y políticos le entregaron el mandato para que cumpliera. Nueve meses pasaron desde que llegó a la gubernatura para empezar a concretar su única promesa de campaña, y ver que su suerte se acababa. Desde antes de terminar su mandato, Medina se mudó con su familia de Monterrey a la Ciudad de México en busca del abrigo del presidente Enrique Peña Nieto, quien lo tenía en buena estima, aunque estaba decepcionado por la forma como había perdido el PRI la elección en su estado. En ese recoveco donde no había resentimientos, el compadre del Presidente, Luis Miranda, subsecretario de Gobernación, decidió meterlo con calzador al círculo privado de Peña Nieto. Cada fin de semana que el Presidente iba a Ixtapan de la Sal a jugar golf —como sucede casi siempre que está en México—, Miranda invitaba a Medina para que los acompañara. El ex gobernador no dejaba de ir. Buscaba la cercanía y un eventual blindaje ante las acometidas de El Bronco. El mensaje parecía claro: si está Medina cerca del Presidente y el gobernador de Nuevo León atravesaba por tantos problemas de seguridad y financieros, ¿se atrevería a ir contra quien estaba en su entorno? Aunque nervioso durante todo este tiempo, Medina se sintió tan protegido y sintió que la investigación de la PGR en contra de él y su familia se encontraba detenida, que hasta dejó correr entre periodistas amigos que el Presidente lo nombraría director de Infonavit. Al no suceder, el mensaje de protección se modificó. O al menos, eso debió haber entendido El Bronco, que arrancó el proceso para, como decía en público y en privado, meter a Medina y su familia, a la cárcel por ladrones.

2O. TIEMPO.- Las mentiras del ciego. La historia es real y sucedió en Los Pinos, en el primer encuentro entre el presidente Enrique Peña Nieto y el gobernador entrante de Nuevo León, Jaime Rodríguez, El Bronco. ¿Qué haría con Rodrigo Medina, su antecesor?, le preguntó a bocajarro el Presidente. “Si encuentro que cometieron delitos él o su familia, los meto a la cárcel”, respondió El Bronco. Pues lo cumplió. El proceso penal en su contra, comenzó la semana pasada. “Estoy tranquilo”, le dijo Medina a quien esto escribe tres meses antes de terminar su periodo como gobernador. “Todo lo que se ha dicho es falso y lo voy a demostrar”. Lo que se había dicho versaba sobre el enriquecimiento inexplicable de su familia al amparo de la forma como había ido escalando él en la política. De una pequeña empresa registrada en San Antonio, había pasado a ser un emporio inmobiliario encabezado por su hermano Alejandro y su padre, Humberto Medina Ainslie, cuyas propiedades inexistentes antes del gobierno de su hijo en las zonas de mayor precio por metro cuadrado en la zona metropolitana de Monterrey, formaban parte del tour de la corrupción que daban los empresarios regios para mostrar los abusos que afirmaban había cometido la familia al amparo del poder. El gobernador Medina había buscado intensamente una conversación con el reportero para decir que las imputaciones hechas por Aldo Fasci, ex líder del PRI en Monterrey y ex subprocurador en el gobierno de Natividad González Parás, de que el imperio de bienes raíces había sido tejido a través de cuentas off-shore en las Islas Caimán y Andorra, eran falsas. “Lo voy a probar en unos días”, prometió. Ofreció también pruebas documentales. En la plática que buscó tres meses antes de dejar el poder, escuchó lo que decía su interlocutor. “Tendrías que meter a la cárcel a tu padre”. Sorprendido, incómodo, Medina, quien tiene una dependencia patológica de su padre, escuchó en silencio. “Si no lo haces tú, lo hará El Bronco. Si lo haces tú, le harás un favor al Presidente, que tendrá que actuar en tu contra porque necesita dar una señal contra la corrupción. Dale ese aire y quizás tú te salves. Tu padre no; él sí está perdido. Tienes tres meses. Después, la iniciativa no será tuya”. Pero ni habló más del asunto, ni tampoco entregó ninguna documentación. Le habían recomendado que si las cosas no subían de tono, ni se moviera porque pasaría al olvido. Medina así lo hizo. Se volvió a equivocar.

3ER. TIEMPO.- La culpa, decía Medina, la tiene Peña Nieto. En la recta final de su gobierno, Rodrigo Medina se presentaba como una víctima política de Los Pinos. La derrota de Ivonne Álvarez en la gubernatura de Nuevo León no había sido culpa de él, sino de Los Pinos, donde el presidente Enrique Peña Nieto, por recomendación de su entonces jefe de Oficina, Aurelio Nuño, actual secretario de Educación, habían decidido que ella, y nadie más, fuera la abanderada del PRI. Él sólo había acatado una instrucción, juraba. La realidad era distinta. La senadora Álvarez era el proyecto de Medina y de uno de sus protectores, Emilio Gamboa, coordinador del PRI en la Cámara Alta. Las encuestas, afirmaban, la daba como la mejor aspirante tricolor. En Nuevo León, a pie de tierra, las cosas eran diferentes. Los empresarios neoleoneses no la querían. Ella no, le mandaron decir al Presidente, en anticipo de veto. A quien más deseaban como candidato, se había descartado. Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía, se quedaba en su puesto. Una figura emergente, Pedro Pablo Treviño, presidente de la Comisión de Presupuesto en el Congreso, actual director de la Lotería Nacional, era otra opción. El Presidente le pidió a su entonces director de Comunicación Social y confiable colaborador, David López, que hablara con Francisco González, dueño de Milenio, para decirle que el Presidente veía bien a Treviño. González, quien lo conocía desde niño, no tuvo objeciones con López, pero el viernes 9 de enero de 2015, le confió a Medina las intenciones presidenciales. El gobernador le habló a Gamboa quien, a su vez, habló con el Presidente y el domingo 11 lo vieron en Los Pinos junto con Álvarez. Ahí, en lo oscurito, habían dado un madruguete. El martes 13, fue ungida como la candidata del PRI. La historia se cuenta sola: perdió dos a uno frente a Jaime Rodríguez El Bronco, y Medina se hundió. Le mintió al Presidente y buscó echarle la responsabilidad de esa derrota. Ahora, la ignominia cayó sobre él.