Sin modelo de negocio

26 de Noviembre de 2024

Héctor J. Villarreal Ordóñez

Sin modelo de negocio

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Más de una docena de profesionales del periodismo y la comunicación me han compartido en semanas recientes su preocupación o afectación por recortes de personal y presupuesto en los medios de comunicación. Sus casos se suman a la consabida minimización de las áreas de comunicación gubernamental, que ha eliminado también cientos de espacios de trabajo. La semana pasada se informó sobre despidos y cierres de operaciones en diversos países, incluido México, de BuzzFeed, uno de los medios digitales que se vienen desarrollando con éxito una interesante propuesta editorial y de innovación en sus formatos. En los medios tradicionales, la tendencia es la misma. Lamentablemente, en muchos casos, buscando recovecos para eludir liquidaciones de ley de los trabajadores o desconociendo prestaciones convenidas. El año pasado, en ¡Sálvese quien Pueda!, Andrés Oppenheimer abordó el futuro del trabajo, empezando por el de los periodistas, en la era de la automatización. Explicaba que “lo que ha ocurrido con el periodismo desde que nació internet y la gente comenzó a leer noticias gratuitamente ha sido un tsunami que barrió decenas de miles de empleos”. El avance tecnológico ha derivado en un colapso de los modelos de negocio que soportaron el desarrollo de la industria de las noticias durante muchas décadas. Lo peor es que no se ve aún el modelo de negocio sustituto que pueda dar certeza a la continuidad o evolución hacia el futuro del periodismo, a pesar de su importancia como contrapeso del poder e instrumento esencial para la convivencia en las sociedades abiertas. Las versiones digitales de los medios tradicionales o los que son nativos digitales, con todo y la buena calidad de sus contenidos y sus reportajes de investigación, no logran escapar a su creciente dependencia de los algoritmos de Facebook y Google, a los que deben una porción cada vez más grande de sus visitas y lectores. Como seleccionadores de lo que ven o no sus millones de usuarios, esas gigantes plataformas tecnológicas, más que aliados, se volvieron barreras infranqueables para los generadores de contenido noticioso. Las alternativas de financiamiento ante ello han sido aún muy limitadas. En países como México, muchos medios tradicionales buscan acogerse a sus antiguas recetas y prácticas de relación con el poder económico y político para mantenerse a flote o tener niveles de rentabilidad razonables. Ello, sin embargo, no los ha eximido de requerir bajar sus costos en diversos rubros, comenzando por el humano. La situación se agrava con el arranque de un gobierno que ondea entre sus banderas principales —y estrategias discursivas— la reducción del gasto en comunicación. ¿Para que gastar en plataformas críticas si la presencia intensiva del presidente satura, polariza y consigue, hasta hoy, los niveles de aprobación que el régimen busca? Andrés Manuel López Obrador anunció ya que, de su austeridad republicana, podrá venir la “fase superior” de la “pobreza franciscana”. Hablaba de la baja del gasto del gobierno, que se ha traducido en despidos masivos, disminución de salarios, recorte de recursos a otros poderes e instituciones autónomas y cancelación de programas sociales de diversa índole, entre otros ajustes. Está visto que el Presidente habla menos de cómo generar riqueza y más de cómo redistribuir la que supone que hay. A López Obrador le duele, le emociona y le conmueve la pobreza, en cambio, parece que le avergüenza y le irrita la riqueza. Con o sin gasto gubernamental, el periodismo es necesario para la salud de toda democracia. El avance tecnológico, las nuevas tendencias de consumo de información y la coyuntura política no parecen sus mejores aliados. El reto no es menor. Habría que comenzar a verlo menos como un problema de la industria y más como una cuestión social fundamental.