Aún no llega Francisco a México y ya se abrió la pugna dentro de la jerarquía eclesiástica. En un extremo se encuentra el Cardenal Norberto Rivera, Arzobispo primado de México, y en el otro está el Cardenal Alberto Suárez Inda, Arzobispo de Morelia. La visceralidad del conflicto, que se arrastra desde noviembre pasado, trascendió a la opinión pública por un editorial contra el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto sobre el país que verá el Papa, publicado por el semanario Desde la Fe, vocero de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, la voz beligerante del Cardenal Rivera.
“México enfrenta fenómenos delictivos y de violencia que parecen no tener precedentes en su historia contemporánea. Los índices llegan a cuestionar la capacidad de las autoridades de todos los niveles de Gobierno... A esto se suman violencias invisibles de enemigos movidos por el espíritu del mal y el dios de la avaricia, protegidos por la impunidad y nutridos de la corrupción”, apuntó el editorial. “Su Santidad estará en lugares violentos, pobres y miserables del país, y los gobernantes no pueden tapar el sol con un dedo… Los mexicanos queremos paz, necesitamos la Verdad, no la burocracia numérica. La misión no está cumplida”.
El Cardenal Suárez Inda respondió: “Ese texto se me hace exagerado y no comparto el enfoque… Los problemas no se solucionan en un día, y Desde la Fe no es un órgano de la Iglesia nacional; es un periódico local del Distrito Federal. No comparto el tono con que se tratan ciertas cosas en forma sensacionalista”. Es la palabra del Cardenal Rivera contra la del Cardenal Suárez Inda. Personas cercanas a la Conferencia Episcopal Mexicana expresaron el sentir de la jerarquía eclesiástica: “fue una provocación”. ¿A qué se refieren? A que el Cardenal Rivera fue desplazado de los preparativos de la organización del viaje papal.
Su primera reacción desestabilizadora fue el 1 de noviembre, cuando en su homilía dominical en la Catedral Metropolitana anunció que Francisco viajaría a México este mes, con lo que frustró el anuncio oficial que tenía programado la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) al día siguiente. Si la CEM lo quería excluir, él haría todo lo posible por colocarles obstáculos. Lo último que hizo, de acuerdo con fuentes de la Iglesia, fue el sabotaje de voluntarios en el Distrito Federal para las vallas de seguridad en las calles por donde pasará Francisco. La CEM dijo que tienen un déficit de 175 mil voluntarios, del cual prácticamente la mitad se ubica en la Ciudad de México. Nunca había sucedido esto en el pasado, porque cuando viajaba un Papa el cardenal Rivera presionaba a las escuelas católicas de la capital –donde goza de gran influencia- para que enviaran a sus alumnos. En esta ocasión, el Cardenal se cruzó de brazos.
La pugna no es nueva. Se remonta a noviembre, cuando tenían que haberse llevado a cabo los revelos en los cargos de dirección en la CEM, que preside el arzobispo de Guadalajara, el cardenal José Francisco Robles, y el secretario general, el obispo auxiliar de Puebla, Andrés Lira. Sin embargo, según fuentes de la Iglesia, la CEM propuso a El Vaticano aplazar los nuevos nombramientos para evitar que la planeación del viaje papal tuviera contratiempos. Desde Roma les aprobaron el aplazamiento para abril de este año, con lo cual la marginación del Cardenal Rivera, quien no tiene empatía con el Papa Francisco –incluso votó en su contra cuando se dio la elección papal-, se alargó.
Según fuentes de la Iglesia, todas las propuestas del Cardenal Rivera, incluida una entrevista privada con el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, en las oficinas centrales del Ayuntamiento, fue rechazada. Un intento para que Mancera fuera invitado oficial a las ceremonias del 12 de diciembre en El Vaticano, cuando anunció el papado la visita a México, también fue negado. La visita no corrió de la mano del poderoso Cardenal Rivera, como las que hubo en el pasado, sino por las propuestas de los tres religiosos mexicanos más cercanos a Francisco: Carlos Aguiar Retes, Arzobispo en la Arquidiócesis de Tlalnepantla, quien es el amigo más cercano de Francisco en México –pero por su estrecha relación con el Presidente Peña Nieto, no ha escalado jerárquicamente en El Vaticano-, Suárez Inda –un amigo de reciente cuño al que se acercó por su posición crítica del Gobierno mexicano-, y el obispo Raúl Vera, quien se encuentra el frente de la Diócesis de Saltillo –a quien escucha mucho el Papa en temas políticos y sociales-.
La CEM, junto con el Cardenal Suárez Inda –candidato a presidirla- y monseñor Aguiar Retes, son quienes llevan la conducción del viaje de Francisco y el manejo de los tiempos para la sucesión en el órgano político de la Iglesia católica mexicana. El Cardenal Rivera se ha sentido lastimado y humillado por el trato marginal que se le ha dado, que lo han llevado a enfrentamientos directos con miembros de la CEM que no han trascendido. La visita del Papa no será un espacio de tregua entre las jerarquías eclesiásticas. El Cardenal apuesta a la desorganización en el viaje, que le cambie su suerte y permita que la correlación de fuerzas se modifique a su favor para recuperar influencia y poder en la CEM, por lo que un poco de combustible a la hoguera, no le va mal.
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